23/10/2013
Desde
que lo alejaron de sus hijos, no hizo otra cosa que pensar en ellos. “Fui a visitar a mi cónyuge, me asome por la
ventana, en un orificio alcance a ver dos colchones en el piso, dos adultos y
dos pequeños. Un hombre abrazaba a mi mujer, semidesnudos y mis dos hijos en la
misma habitación. La sangre me explotó
en las venas, no pensé en nada ni nadie, entre y me lance a golpes contra ese
tipo” de esta manera lo describe, Santiago, marido de María Asunción de
nacionalidad española.
En lugar de apresurarse a hablar, se sienta tranquila, pone sobre la mesa
el teléfono celular, una bolsa con comida y sobre la bolsa deja caer su mano
derecha todavía mira con ojos de niña, tal vez porque nunca disfrutó de la
infancia y lo que nunca se vive, nunca termina de abandonarse empieza a hablar, lo hace con calidez y soltura y nos
expresa María “realizo ventas en la calle
sea como sea debo salir adelante por mis hijos”
Ella
es una inmigrante de 29 años, que reside en Ecuador hace cuatro años, se
encuentra ilegal y le es difícil conseguir un mejor trabajo por eso recurrió a
las ventas, nos comenta que vino al Ecuador porque la situación de España era
muy difícil y no hallaba un trabajo. En España conoció a su conyugue y vino a
vivir con él, tiene dos hijos, un niño de cuatro años y una niña de tres años
de edad.
Nos
cuenta que es muy difícil sacar los papeles aquí en el Ecuador, “tendría que regresarme a España para poder
actualizar mis documentos” piensa
hacerlo algún día pero por el momento nos cuenta que su trabajo solo le alcanza
para el diario vivir.
Santiago,
su consorte, cayó en las drogas, se dedicó al consumo y venta de
estupefacientes una actividad ilegal
que radica en el cultivo, fabricación, distribución, venta, control de
mercados, consumo y reciclaje de utilidades inherentes a la droga de
procedencia ilegal. Nos cuenta que tenía negocios con la familia de la ‘mama
lucha’. María Asunción lo abandono por este motivo y arrendó un cuarto aparte. Tiempo en el que su
marido declara que ella se prostituía según él para dar
servicios sexuales a cambio de dinero para
“poder mantener a sus hijos”
“Le pregunte como tiene tanto
dinero, en que trabaja para que gane tan bien. Esa puta no me decía nada pero
todas las noches salía y regresaba siempre a la madrugada. Un día le encontré
en su bolso jabones chiquitos, preservativos y un buen fajo de dinero”,
esa fue la razón por la que discutieron, le confesó que se prostituía para
traer dinero y alimentar a sus dos hijos. Así lo manifiesta Santiago.
Cusubamba
y Valsas, esquina, al sur de Quito, en la iglesia de Santa Rita de Casi se
encuentra María Asunción pero a ella le gusta que le digan Susy. Vende pristiños con miel, tortillas con queso
entre otras cosas.
María
nos menciona que tuvo que trabajar vendiendo
artefactos de limpieza; es un trabajo que le había ofrecido el Padre de la
iglesia, “no se vendía mucho” nos rememora, “yo solo ganaba el 25 % de todo lo que vendía pero
no me alcanzaba”. Poco después el Padre le ofreció otro trabajo de
secretaria, pero que este solo era temporal ya que la persona que allí
trabajaba pidió vacaciones por su estado de gestación, María lo acepto con
gusto, sus compañeras dicen que aprendió muy rápido aunque después tuvo que
abandonar el trabajo.
Verónica
Tupiza, secretaria del despacho de la iglesia, tiene 22 años de edad, conoce a
Susy desde hace dos años y nos expresa que “al
principio era alejada y como toda persona nueva en un trabajo es recelosa pero
después se acopló a nosotras y aprendió rápido las cosas que le enseñábamos”.
Verónica nos cuenta como anécdota
que María daba clases de cocina española en la iglesia y que mucha gente
acudía, cocina muy rico nos dice mientras sonríe, ahora cuando hace sus
pistiños tiene mucha clientela ya que su sazón es muy exquisita.
Angélica
Narváez, tiene 50 años de edad, vende productos de limpieza en la misma esquina
de la iglesia, relata que “Susy es una
gran mujer, trabajadora, que quiere salir adelante, como ella. Se defiende en
la vida sola para sacar a su familia adelante”.
Roció,
la suegra de Susy, la conoce ya hace una década, tiene 52 años, revela que desde
que fueron enamorados la española ya le traicionaba. “Susana tiene dos hijos en España de hombres diferentes, joyita de
nuera que tengo” declara ella.
“En España nunca tuve que vender
pero me siento querida por la gente que compra la comida que hago, más que mi
propia familia. Igual no importa lo que piensen de mi porque todo lo que hago
es para alimentar a mis hijos” manifiesta Susy. Lleva
dos semanas con su cocina industrial, quiere salir adelante con su micro
negocio propio y desea volver a España pronto porque lo que más extraña de allá
son a sus dos pequeños.
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