Las
ocho de la mañana, es la hora dispuesta para iniciar un nuevo ciclo de
talleres, Danza Contemporánea, era una de las mejores opciones. La maestra por
casualidad de la vida llegó tarde, sus primeras palabras fueron disculpas y una
excusa por la ausencia de su compañera, a la cual conoceríamos al siguiente
día.
El
auditorio es amplio, cómodo, tiene buena iluminación y sonido, aunque carece de
aseo, después explicaré porque digo esto. Improvisar resulta una buena estrategia.
Guadalupe no tuvo otra opción que ganar
tiempo. Y un video es una buena salida en cualquier ocasión. La Puerta, es una
obra muy interesante para iniciarnos en este mundo, donde el cuerpo habla sin
necesidad de palabras. Uno a uno los bailarines de la obra se apoderan del
escenario, la música marca el compás de cada sujeto, los cuerpos rodaban unos
sobre otros, los movimientos varían, en un momento son frágiles y en otro se
tornan intensos, desesperados…
Fuertes
aplausos se escuchan al culminar el video, ahora una ronda de preguntas y
respuestas. Más de veinte rostros se tornan en gestos de decepción, los cuchicheos
no cesan, la mayoría están arrepentidos. “Esto no es lo que yo esperaba” menciona
Mauricio Chamorro. Su frase es acogida por más de uno.
El
día siguiente empezó de maravilla. Martes 5 de Noviembre. La música es
relajante, al fondo del auditorio se encuentra Emilia Benítez, no aparenta más
de treinta y seis años, tiene cabello rizado y claro, de un metro cincuenta
diría y dueña de una sonrisa amable y sincera. “Aduéñense del espacio chicos”,
fue la primera frase que le escuche. Ella tiene la figura de una bailarina, ¡si
eso es!, una bailarina de la Compañía Nacional de Danza.
La
música se va apoderando de todo. Emilia ha pedido que dejemos hablar a nuestros
cuerpos. ¿Hablar dije yo?, sí, hablar, por que el cuerpo puede transmitir una
serie de emociones y sentimientos con solo moverse. “Ahora no piensen en nada
más que ustedes, están solos, tienen un gran espacio, están en el aquí y ahora,
no importa que los movimientos parezcan ridículos”, las risas no se hacen
esperar, como es casual, en la esquina derecha del salón se escuchan incesantes
comentarios, risas, y un incansable ring, ring. Tres chicas provocan
distracción, una de ellas ha especificado que no puede realizar los ejercicios
por que tiene una operación reciente en la columna vertebral. Las otras dos no
parecen interesadas en el tema. Prefieren revisar incesantemente una tablet de
color blanca, marca LG.
El
siguiente día trae nuevas experiencias, como no decirlo, el yoga no solo provoca
relajación, provoca traumas. Karina lo sabe, ella intenta cruzar sus piernas
para adoptar la posición de loto, una de las posturas básicas de este arte
milenario. Pocos lo logran pero eso no es todo, tocar la punta de tus pies,
agachar tu frente hasta el piso, mantener el equilibrio sobre un pie mientras
tu cuerpo saluda al sol, no es sencillo. Y lo sabemos todos.
Una
frase no está compuesta solamente de palabras, Emilia va a demostrar sus
conocimientos, seremos su arcilla, y ahora nuestros cuerpos gritarán, llorarán,
descansarán, sin que un sonido salga de nuestras bocas.
La
música de fondo es hindú. Cada movimiento es repetido por lo menos cinco veces
en cada sesión. Las manos mas sueltas, sentir la respiración y concentrarse,
son algunos de los requerimientos para lograr el objetivo. Danzar y explorar el arte
contemporáneo.
Lunes
11 de Noviembre, son las once de la mañana y todos esperamos ansiosos la última
presentación. El novio de Katy una compañera de Tercero A, nos hará los
honores, grabara nuestra “sincronizada danza”. Escucharemos por última vez el
chasquido de los dedos de Emilia, intentando cuadrar nuestros desordenados
movimientos, el tiempo, el es culpable de nuestras deficiencias artísticas.
El
piso para este día, estaba casi resplandeciente, sí, y no justamente porque los
encargados de la limpieza acataran la petición de Guadalupe o de Emilia de
limpiar aquel lugar porque íbamos a estár sin zapatos. El espejo en el que casi
nos reflejamos después era el producto de cinco días de maromas, de vuelcos, de
golpes, de reflexión. Cada joven lustró su espacio, sino con sus medias con
toda sus prendas al adoptar la posición de la cobra en el yoga o el corte de
nuestro hilo imaginario con el giro hasta el suelo en la danza.
Como
lluvia sonaron los aplausos hasta extinguirse por completo.
“Gracias,
le escuche decir, un gusto trabajar con ustedes”, me acerqué a ella y le
pregunté,
-¿Crees
que mi hija pueda estudiar esto en la Casa de la Cultura?-
-¿Cuántos
años tiene?-
-Casi
seis-
-Me
parece que ahí ingresan desde los ocho años, por que para ese tiempo su cuerpo
ya puede ir adaptándose a los movimientos, sino la forzarías.
-mmm…
ok gracias, entonces esperaré hasta eso…
-
De nada, y un gusto haberles conocido. Suerte…
Se
marchó en su auto azul eléctrico de cuatro puertas, mientras unos se cambiaban
de traje, mientras otros arreglaban las sillas, mientras yo los seguía mirando.
TATIANA CASA
FACSO 2013-2014
QUINTO A
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