¡CHUTA
PAGA!
POR:
ALEJANDRO ROMERO
Contar los días se ha vuelto uno
de los pasatiempos para los ex trabajadores de Cerveceria Nacional. Tomás, como
muchos de ellos, reclama por sus derechos como trabajador de recibir sus
utilidades, el codigo penal se ha vuelto su biblia, y el parque el arbolito a
las afueras de la corte constitucional su martirio cotidiano. Hace tiempo que
la justicia no les ha dado la cara, las horas de la madrugada pasan entre frio
y el sonido del trafico quiteño, que se empieza a intensificar, un poco de
café, agua de cedron o panela ayuda a no morir del temible soroche. La mañana
se hace presente y al despertar es el mismo panorama de seimpre la bulla de los
buses y de la ecovia, el smog que ha teñido sus banderas de un gris
desalentador, la gente pasa, mira y continua su camino, es tiempo de poner un
poco de múisca la medicina del alma, un cigarrillo y la paciencia. Algunos
duermen aún, pero en la tarde se turnaran para salir de la carpa y hacer de su
protesta pacifica, un poco llamativa, y hacerla también valiente, pues saben
perfectamente que es un imperio contra lo que luchan. La Carpa es un lugar
grande, hecho artesanalmente con un pliego gigante de plastico negro donde
alcanzan los 5 o 6 ex trabajadores que se turnan para mantener el planton.
Tomás cree que la justicia no debe tardar, y espera paciente mientras conversa
con sus colegas de sus vivencias despues de su despido, conversan y conversan
mucho, conversan para no decaer, conversan para esperar, conversan para no
morir de pie. Los funcionarios de la Corte Constitucional hacen su arrivo y ni
se inmutan por su presencia, ha pasado tanto tiempo que lo que en verdad les
causaría sorpresa sería no volverlos a ver. Si la tarde es tranquila, la baraja
se reparte y Augusto hace de las suyas en el 40 en el que se aceptan las
apuestas, que van desde las colas, hasta las mismas utilidades.
Sus miradas
se pierden por un momento de la realidad para prestarle atencion al popular
juego del 40 del cual ya son expertos. En las
afueras de la Corte constitucional de Justicia se respira lucha, una lucha que se
ha prolongado más de lo que sus fatigadas sonrisas lo demuestran, más de lo que
sus inquitas miradas podrían decir. “Lo que nosotros exigimos es el pago de
nuestras utilidades como lo dice la ley y que la Cervecería Nacional nunca nos
pago, eso nada más” me dice Tomas Illescas un representante de la los ex
trabajadores quien afirma que su lucha no tiene descanso “Hemos estado aquí 250
días y hemos visto irse y posesionarse nuevas autoridades que han pasado y no
han hecho nada, exigimos justicia”. Sus banderas están llenas de reclamos,
llenas del espíritu del que se esfuerza a diario para conseguir alimento para
su familia. La vida del obrero ecuatoriano se resume en esta lucha, los grandes
y poderosos siempre tendrán la sartén por el mango, y descubrir esta verdad
debe ser, y de seguro lo es, una de las situaciones más frustrantes en la vida,
y más aún cuando ya se dicto sentencia y nada se ha hecho aún.
Se puede ver en ellos un espíritu
joven, a pesar de sus canas. Muchos enfermos, muchos hartos otros no tanto, su
día se pierde entre la oscuridad de un parque que los acogido sin reproches
hasta ahora, la naturaleza cumple su función de madre, más las autoridades
municipales han ordenado su desalojo por ocupación del espacio público,
aparentemente con el argumento de que han ocasionado desordenes en la vía
pública, lo que resulta irónico, pues nunca entendí la manera en la que el 40,
la música o unas pancartas podrían afectar a los quiteños pues al parecer ni se
inmutaban al pasar.
El desalojo fue como no podía ser de
otra manera con mucha alevosía, reclamos iban y venían, y se perdían entre
empujones y destrozos.
No podría seguir describiendo la
escena deplorable del desalojo, no por lo injusto o triste que pudo llegar a
ser, si no porque no cabe en mi conciencia de ser humano la forma tan absurda
de tratar la justicia en este país y en el mundo, donde lo fácil depende del
dinero que poseas y de cuantos jueces puedes comprar con él, mientras que la
lucha es insignificante para las autoridades y los ciudadanos. Las noches se
vuelven más oscuras mientras que mi obligado transitar por el parque, para
llegar a mi casa, me recuerda que allí hubo lucha, resistencia e injusticia.
Los finales felices los guardamos para los dueños de las grandes empresas, lo
que nos queda a nosotros es esperar el final de este gran dilema de miradas,
gritos, desalojos, y banderas grises.
Fuentes:
Ex trabajadores de Cervecería
Nacional
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